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Al día siguiente, Dios hizo que todo el ganado de los egipcios se enfermara gravemente y se muriera; pero del ganado de los israelitas no murió ni un solo animal. Así lo comprobó la gente que el rey de Egipto envió a investigar. Pero aun así, el rey siguió terco y no dejó que los israelitas fueran a adorar a Dios.

Sexto castigo: Los egipcios y sus animales se enferman de llagas

Entonces Dios les dijo a Moisés y a Aarón:

«Tomen de un horno un poco de ceniza, y vayan a ver al rey. Cuando estén en su presencia, quiero que tú, Moisés, lances la ceniza al aire.

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